miércoles, 9 de julio de 2008

Otros tiempos



Parecía un balón abandonado pero no lo estaba.

En un tiempo estuvo hinchado y con los colores brillantes. El cuero duro y con sus cosidos impecables. Ahora habitaba en una esquina del jardín, llevaba allí más de 30 años.

Sus propietarios habían jugado con él pero llegó un momento en que crecieron y se olvidaron de hacerlo. En varias ocasiones corrió el riesgo de terminar de un cubo de basura pero se salvó.

Para sus dueños simbolizaba su infancia. Existía una lealtad hacia el viejo balón sin necesidad de que botase ni de que tan siquiera rodase. Formaba parte de su casa.

Y el balón aguantó.

Primero estuvo muy triste, nadie se acordaba de él. Había vivido una época de esplendor (en la hierba) cuando los balones eran lo que eran y los niños valoraban los juguetes que tenían. Era el rey.

Más tarde intentó pasar desapercibido, se hizo su hueco en una esquina e intentó estar alerta para no ser despreciado definitivamente por sus dueños o por el jardinero que odiaba que hubiese extras en "su" jardín. Lo consiguió.

Y ya en su vejez infinita está agradecido. Sabe que no fue el azar lo que le permitió vivir en sus vacaciones indefinidas, sino el cariño de su familia. Cada verano le dan unas pataditas, hablan de él, los gatos lo huelen, lo intentan mover, se duermen a su lado.

El jardinero lo respeta, los pájaros también, los gatos lo aprecian y vive tranquilo con su jubilación garantizada junto con su dueño en igual situación. Años de gloria, años de retiro.

Eran otros tiempos en los que las cosas perduraban más. Con o sin utilidad. Con o sin diseño. Sabe que de haber nacido ahora habría durado un par de meses.

Pero lo que más le satisface es que nunca fue sustituido. Nunca hubo otro balón ocupando su lugar. El tiempo le situó y sigue siendo el rey.

El balón ligando.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cada cual muere a su modo. No es malo, ése. Ni el post tampoco.