miércoles, 25 de noviembre de 2009

Shhssssssss

Estaba ciega.

Qué agobio.

Se dirigía a la nada, no podía ver, sólo nebulosas azulonas y rojas.

Oía una voz de un hombre que le increpaba. ¿Qué hiciste la noche del miércoles 3 de noviembre? ¿Donde estabas entre las 10 y las 12 de la noche?

Ella tranquilamente palpó con la mano la mesa, cogió su vaso ancho de gintónic, los hielos tintineaban, estaba muy frío, dio un trago largo y le dijo:

-A ti te lo voy a contar

Se terminó de un tirón la bebida, cogió un puñado de cacahuetes, se llevó por delante varios taburetes y salió a la calle. Era noche cerrada y de pronto vio la luz.

lunes, 20 de julio de 2009

Ni plantó un árbol, ni escribió un libro, ni tuvo un hijo.
Pues vaya mierda de vida-
No lo creas, trabajó, sufrió, disfrutó, lloró, rió, experimentó  muchas y variadas sensaciones.
Pues vaya mierda de vida-
No hombre, fue honrado, íntegro, se compró un coche, una casa, tenía amigos.
Pues insisto, vaya mierda de vida. ¿Fue pirata?
No, no lo fue.
Lo dicho. ¿Fue insensato, absurdo, lujurioso, vividor?
No, no lo fue.
Pues lo dicho.
Hijo, este es el mundo real...
Pues vaya mierda de mundo.

jueves, 23 de abril de 2009

Abeto

Estoy alucinada con la noticia que leo hoy:
"Desde Rusia nos llega una historia increíble. A un paciente ruso, al que le habían diagnosticado cáncer, le han extirpado una rama de abeto que estaba creciendo en uno de sus pulmones.
El hombre acudió al médico porque sentía un fuerte dolor en el pecho. Los médicos determinaron que se trataba de un tumor pero al operarle... no podían salir de su asombro tras descubrir el brote de abeto en el pulmón del paciente. Los médicos analizan ahora la rama. Creen que el hombre pudo haber tragado unas semillas que habrían germinado. Un caso insólito."
Todos los días podemos estar tragando semillas...ahora podría estar creciendo en mi una tomatera, un viñedo entero, no se...

lunes, 20 de abril de 2009

Pekin

He vuelto a Pekín.

Después de once años desde la primera vez que fui compruebo lo rápido que avanzan los chinos hacia lo que llamamos progreso y riqueza. Cuando llegué la primera vez el tráfico era un caos. Montada en un taxi destartalado iba agarrada pensando cada segundo que era el último. Los coches cambiaban de carril a golpe de pitidos, en las intersecciones y los cruces prevalecía el tonto el último, las bicicletas se fundían con los coches, la gente, las motos, era un caos que incomprensiblemente salía bien y además era muy atractivo. Hoy los coches son occidentales, los atascos monumentales, ya no pitan tanto y apenas hay bicis (en comparación con entonces). Probablemente es progreso, aunque sea para perder el tiempo sentado en un buen coche en un atasco. Pero es tu coche, es bueno y el mundo puede verlo.

Los chinos tienen muchas ganas de parecerse a nosotros. No lo entiendo.

domingo, 8 de febrero de 2009

17.45

La lámpara no tiene luz. Los cristales de colores ya no se reflejan en la pared. Con un simple gesto sería suficiente para que volviese a brillar como antes pero me resisto a hacerlo. Esta lámpara, que es testigo mudo de mis pensamientos y de mis sueños me observa desde el techo y llora.

El reloj de la cocina está atrapado en las seis menos cuarto. Solo un día entre muchos se siente útil, el día en que la casualidad me lleva a mirarlo a esa misma hora.

Y yo me cambio de ropa y de lugar para darme la certeza de que el tiempo no se ha detenido y de que la oscuridad no es permanente.

domingo, 25 de enero de 2009

Dos ruedas

Iba en el coche en un domingo tranquilo. El asfalto mojado, el cielo gris y la vida volando en forma de hojas levantadas por un viento que olía a limpio. Se me vino a la cabeza una bolsa de papel que movida por el aire bailaba y trazaba círculos con una belleza simple y espectacular. Lo vi en una película y no recuerdo cual. Parada en un semáforo de la Castellana a las tres de la tarde preparaba mi menú contando con las cuatro cosas de mi nevera. Una moto se paró al lado. Miré. Coincidí con unos ojos que, a través del casco, me sonreían. Bajé la ventanilla y él me dijo que si le acompañaba a comer. Inexplicablemente asentí sin más y me dijo que le siguiese. Así lo hice. Fui detrás de la moto por buena parte de Madrid hasta que llegamos a un restaurante pequeño, decadente y sobretodo cerrado. Él se bajó de la moto y abrió la verja. Entramos. Cocinó para mí.