domingo, 8 de febrero de 2009

17.45

La lámpara no tiene luz. Los cristales de colores ya no se reflejan en la pared. Con un simple gesto sería suficiente para que volviese a brillar como antes pero me resisto a hacerlo. Esta lámpara, que es testigo mudo de mis pensamientos y de mis sueños me observa desde el techo y llora.

El reloj de la cocina está atrapado en las seis menos cuarto. Solo un día entre muchos se siente útil, el día en que la casualidad me lleva a mirarlo a esa misma hora.

Y yo me cambio de ropa y de lugar para darme la certeza de que el tiempo no se ha detenido y de que la oscuridad no es permanente.